Durante la época de la hegemonía española, España se convirtió en una potencia mundial debido a su dominio en el campo de la política, la economía y la cultura. El gobierno de la Monarquía fue crucial para establecer y mantener este poderío, ya que permitió la toma de decisiones y la implementación de políticas que respaldaron las expediciones de exploración, la colonización de nuevos territorios y el comercio con las colonias.
El monarca, como máxima autoridad del reino, ejercía un gobierno centralizado. En este sistema, el rey tenía el poder absoluto y concentraba en sus manos todas las decisiones importantes. Su voluntad era la ley suprema y no estaba sujeta a ningún tipo de control o limitación. Esto le permitía tomar medidas rápidas y efectivas en situaciones de crisis y asegurar la cohesión del imperio.
Para llevar a cabo su gobierno, el monarca se rodeaba de un grupo de consejeros y funcionarios de confianza. Estos asesores eran responsables de ayudar al monarca en la toma de decisiones y en la administración del imperio. Entre ellos, destacaban el Consejo de Estado, encargado de asesorar al rey en asuntos de política exterior, y el Consejo de Indias, encargado de administrar los territorios americanos y de promover su desarrollo económico.
El virrey, nombrado por el rey, tenía amplios poderes para gobernar el territorio colonial. Su labor consistía en supervisar la administración de justicia, recaudar impuestos, mantener el orden público y promover el desarrollo económico de la colonia. Las audiencias, por su parte, ejercían funciones judiciales y administrativas, garantizando el cumplimiento de las leyes y el buen gobierno.
Los cabildos, formados por representantes de la élite local, eran los encargados de gestionar los asuntos cotidianos de las ciudades y pueblos coloniales. Entre sus funciones se encontraba la organización de los servicios básicos, el mantenimiento del orden y la protección de los intereses locales. Estos gobiernos locales tenían cierta autonomía, pero siempre estaban subordinados al virrey y a las leyes y directivas del rey.
En resumen, durante la época de la hegemonía española, el gobierno de la Monarquía desempeñó un papel clave en la expansión y la consolidación del imperio español. El monarca, con su poder absoluto, pudo tomar decisiones estratégicas que permitieron a España convertirse en una potencia mundial. Además, en el ámbito colonial, se estableció un sistema de gobierno basado en virreinatos, audiencias y cabildos, que garantizaba el control y la administración eficiente de los territorios conquistados en el Nuevo Mundo.